El poema Madrid
L’obreta dramàtica Estampa de retaguardia
S’ha publicat el volum IV de les Obres completes. Obres inèdites de Bernat Artola (Ajuntament de Castelló, 2014), amb edició i un nou estudi de Lluís Meseguer.
Entre els aspectes importants de l’obra del poeta, cal recordar els que incorporen la memòria històrica. A més de l’estudi de Fernando Peña (sobre els expedients de Responsabilitats polítiques, i el referit a Bernat Artola), és interessant d’adduir el Sumaríssim en el qual es concreten alguns fets importants: la seua militància republicana i sindical (IR, UGT) incitada per les circumstàncies, la seua activitat cultural (una Associació antifeixista d’Amics de les Arts, la participació en el II congrés Internacional d’Escriptors Antifeixistes, la participació en l’Institut d’Estudis Valencians, la interrompuda Càtedra de Llengua i Literatura Valencianes en l’Institut Juan Marco (nom durant un curs del de Segona Ensenyança), i la participació en el salvament d’obres d’art…), una nit en la presó de Castelló (d’on va eixir amb l’excusa de fer un retrat gran de Franco per a la desfilada de l’1 d’octubre del 1938, quadre que finalment no pintà), i depuració de la seua Càtedra de Llengua i Literatura.
Dels textos de Bernat Artola coneguts, ja teníem testimonis d’atenció crítica als temps que va viure. I ara cal completar el panorama amb dos textos molt rellevants (un conegut, l’altre inèdit), del període de la tardor del 1936 a la primavera del 1938. Ací es transcriuen amb la voluntat de posar-los en el context de la cultura de Castelló de la Plana, del País Valencià i del progrés d’Espanya i d’Europa. Són el poema Madrid i l’obreta dramàtica Estampa de retaguardia. Abans de transcriure’ls, cal avisar que el poemaMadrid(del qual només en teníem notícia del títol), i segurament, un fragment de l’obreta dramàtica, foren recitats per Ramon Chicharro de León, secretari de l’Institut Juan Marco (nom que tenia l’Instituto General y Técnico) de Castelló de la Plana, allí celebrat el 29 de gener del 1938, en elogi de l’heroica defensa de la República, en un acte presidit pel Director-Comissari professor Vicent Sos Baynat, i per l’alcalde en funcions de la Ciutat Diego Perona.
El poema és un dels més bells del “gènere” d’homenatge a les ciutats, que hagueren de conrear els més importants poetes coetanis d’aquella tràgica època de la cultura, la ciència i l’art de tota Europa: un d’ells, autor d’un semblant poema sobre Madrid, Rafael Alberti, que sovintejà la ciutat de Castelló durant la guerra, car hi estigué refugiada la mare de María Teresa León en la vil·la “Los arrayanes”.
Ací van els dos textos (en el llibre estan en les pàgines 311-315, i 427-436).
¡M A D R I D!
¡Quién sospechara, Madrid!
¡Ay Madrid, quién sospechara
que habrían de ser tus calles
abiertas por la metralla!
Tus calles de señorío,
tus callejuelas, tus plazas,
calvarios de tu amargura
que saben que te desangras.
Hoyos de sangre descubren
tus desgarradas entrañas,
nervios de luz y de fuerza
y arterias de fuego y agua.
Y en vano una voz pueril
se pregunta por qué causa
llueven semillas horribles
de negra muerte sin alma.
¡Ay Madrid! Bravo Madrid,
en donde la flor y nata
de la juventud, soñando
la liberación de España,
se está jugando la vida
con heroísmo sin trampa.
Si lograsen traspasar
el rastrillo de tu alcázar
las enemigas jaurías,
¡qué ojos no te lloraran!
¡Qué ríos de sangre joven!
¡Qué cuencas desorbitadas!
A tus puertas brama Hitler
y Mussolini te ladra.
Desde la Casa de Campo
a Lozoya y Santillana;
de las Ventas a la roja
Ciudad Universitaria;
del Manzanares al Tajo;
de Somosierra al Jarama;
de los pueblos de Toledo
a los de Guadalajara,
roncan bárbaros cañones,
vomitera de granadas
que te suena en los oídos
a requiebros de navaja.
Inmutable tu heroísmo,
todo gesto sin palabras,
pasmo y ejemplo del mundo
tus bríos no se amilanan.
Que son extranjeros todos
quienes tus muros asaltan;
aventureros del crimen;
matones con asechanza;
asoladores de pueblos;
ladrones de toda casta;
asesinos desalmados
que actúan con carta blanca.
Si aún hubiese españoles,
hermanos tuyos de raza
entre los que te combaten,
¡qué vergüenza con infamia!
Que no es posible que lleguen
las ambiciones más bajas
a tan baja condición,
que ultrajen la propia Patria,
y son criminales natos
los que acosan y ametrallan
a tus niños y mujeres,
valientes que no desmayan.
Metecos de alevosía
que ofrecen trágicas armas
para enconar la tragedia
con luto bañado en lágrimas,
sembrando en haz los rencores
implacables que demandan
eternidades de sangre
para colmar la venganza.
Nuevas consignas vinieron
en avión desde Italia,
que imaginó Mussolini
nueva Etiopía en España.
¡Mas ay, cuán mal te conoce
quien así te ordena y manda!
Que aquí se acompaña el brío
con fusiles, no con lanzas;
con morteros y cañones,
no con sables y espingardas;
con aviones y tanques,
no con carretas paradas.
Que aquí no estamos tan solos,
y nuestra fe no es coraza
defensiva, sino ariete
impetuoso, que arranca
las puertas de los cobardes
que no saben dar la cara
y siembran rumbos de fuga
quemando puentes de plata.
¡Mas ay, Madrid! Que el fascismo
juega sus postrera carta
y todo recurso es bueno
para su fiebre bastarda.
¡No te confíes, Madrid!
¡Vela tu consigna, para
salvar en ti nuestra joven
República Democrática!
Mira que el mundo te mira;
mira que el mundo te llama
ya “la tumba del fascismo”,
y vibra la retaguardia
con tu gesta innumerable.
Mira que, el ánimo en ascuas,
te admiran los hombres libres,
cosecheros de esperanzas.
Mira que en ti estamos todos;
mira que tú eres España.
Mira que no pasarán
si de tus manos no pasan.
¡Madrid, vence tu tragedia,
la tragedia roja y gualda
que los fascistas pretenden
restaurar en nuestra Patria!
Y bajo el fuego cobarde
de la extranjera canalla
heroicamente glorioso
yergue tu altivez de raza
y enciende tu firmamento
de estrellas y luminarias,
como un gran arco de acero
acribillado de balas.
ESTAMPA DE RETAGUARDIA
Un porche de pueblo.
El perfil de una ladera quebrada se recorta en la luz del arco.
Un sendero desciende entre zarzales.
Está anocheciendo. Sobre un cielo de nácar, las nubes negras corren hacia el Sol, para beber la sangre que vierte su derrota.
Un resplandor estremecido de hoguera proyecta sobre los muros sombras gigantescas y temerosas.
Una MUJER joven está meciendo a su hijito.
Canta:
En tus ojos se ha dormido
una estrellita del cielo.
¡Déjame besar tus ojos
para ver si la despierto!
Es primavera y las nubes
han venido de lo lejos
por la senda perfumada
de la rosa de los vientos.
Vienen a velar la Luna
para desvelar tu sueño;
vienen a velar tu frente
con su lírico misterio.
Yo también a ti he llegado
y temblando, no me atrevo
a despertar la estrellita
que está en tus ojos durmiendo.
Nota. Esta canción de cuna puede ser recitada, sin énfasis, sobre la música; pero de modo tal, que cada palabra se corresponda con la que subraya la melodía.
Una mujer de edad avanzada entra angustiada, pero reprimiéndose. Es la madre de la anterior.
VIEJA.
¿Te has vuelto loca? No cantes
que no es cantar lo que debes.
MUJER.
Estoy durmiendo a mi niño
y canto para que sueñe.
VIEJA.
Mientras tu pobre marido
está luchando en el frente
con agua y barro en los ojos,
modelador de la muerte,
no debes cantar.
MUJER.
¿Acaso
cantar, es estar alegre?
Yo canto y estoy más triste
que callada.
VIEJA.
Pero ofendes
a quien tiene el corazón
en silencio.
MUJER.
Muchas veces
ese silencio no es más
que mudo egoísmo. ¿Puede
callarse mi corazón,
cuando cantando se duerme
mi sueño de antiguos días
más felices?
VIEJA.
¡Puede y debe!
Que la voz va con el viento
a oídos de las paredes
y allí, despiertan los ecos
malicias inconvenientes.
MUJER.(Anhelante)
¿Sabes algo?
VIEJA.
Nada sé;
pero parece que vienen
algunos heridos graves
en la ambulancia.
MUJER.(Anhelante)
¿Tú crees
que pueden traerlo herido?
VIEJA.(Fatalista y casi llorando)
¡Lo creo porque lo temes!
MUJER.(Desesperadamente).
No avives más mi congoja
con tus temores de siempre.
Mira que ya le estoy viendo
lleno de sangre y de fiebre,
herido por la metralla
de los traidores rebeldes.
Arrastrándose por tierra;
gimiendo con voz tan leve
que al temblar entre sus labios
en suspiro le florece.
Le desgarran los zarzales
rosas de sangre caliente
y siento que ya en sus ojos
tiende sus velos la Muerte.
(Da una gran voz)
¡Ay que se muere sin mí,
y yo me muero sin verle!
VIEJA.(Como en aparte)
Se quiebra mi corazón
con estos llantos que hieren;
que no hay dolor sin herida
y es la herida la que duele.
MUJER.(A su madre, que la mira llorosa y como absorta)
¿Por qué callas? ¡Dime! Dí,
¿es que acaso sí que viene
Herido, como me temo?
¿Muerto quizás?
VIEJA.
¡No exageres!
Está herido.
MUJER.(En reproche angustiado)
¿Y no lo has dicho
en seguida? ¿No comprendes
que me muero aquí sin él,
si él aquí sin mí se muere?
¿Dónde está? ¿Cómo le traen?
VIEJA.
¡Mírale! ¡Ya aquí le tienes!
(Por la senda bajan en fúnebre cortejo unos hombres que traen al herido, ya muerto. Siguen unas mujeres mesándose los cabellos.
La silueta del grupo destaca sobre el horizonte rojo con perfiles de trágica exaltación).
(La mujer se levanta con su hijito en brazos, apretándole contra su pecho y queda en pie, sin atreverse a ver el cadáver de su marido)
PLAÑIDERAS.
El campo se pone triste;
las nubes tienden crespones.
Que allá en la guerra mataron
al mejor de nuestros hombres.
MILICIANOS.
De la guerra nos devuelven
al mejor de los mejores,
acribillado de heridas
por esclavos de uniforme.
PLAÑIDERAS.
¡Ay qué pronto nos mataron
al mejor de nuestros hombres!
Ya sus músculos marchitos
no vibran de duro bronce.
MILICIANO UNO.
Su gesto se destacaba
sobre rojos horizontes
perfilado por las balas
de fusiles y cañones.
MUJER.(Abrazada al cadáver)
Ya sus ojos no me miran;
ya ciego, no me conoce.
Ya le digo mi esperanza;
¡ya sin voz, no me responde!
MILICIANOS.
Se fue nuestro camarada
por una senda de voces
que claman venganza eterna
en toda conciencia noble.
MUJER.(A su madre que le ha tomado el niño)
¡Ay madre, ya se me ha muerto
el corazón!
VIEJA.(Devolviéndolo a los brazos de ella)
¡No lo tomes
tan sin consuelo, que aún
hay estrellas en tu noche!
MUJER.(Dramática y angustiada)
Siento en mi corazón que se derrama
el viejo amor de mi pasada vida,
y con llanto de hiel y de retama
emponzoña de lágrimas la herida.
La muerta brasa se enardece en llama
al débil soplo que a soñar convida;
pero la espina de mi negro drama
bañada en sangre morirá escondida.
Ya nunca más florecerá mi anhelo
cándido afán por superar la suerte
que así me muestra su brutal picota.
Ya no hay más luz, oriente de mi duelo,
que la vida segura de la muerte
bajo el rumbo fatal de mi derrota.
(Rehaciéndose con esfuerzo y queriendo mostrarse serena. A su hijito)
¡Ay estrellas, tan pequeñas
que apenas sois arreboles!
¡Ay qué noche tan oscura
me muestra su negro norte!
PLAÑIDERAS.
¡Pobre muchacha ya viuda!
MILICIANOS.
¡Tan amorosa y tan joven!
MUJER.(Con energía a todos)
¡Entradle, que no le vea
la Luna de los traidores!
MILICIANO UNO.
Se murió por defender
la Libertad: ¡era un hombre!
(Entran al muerto en la casa. Las mujeres quedan abrumadas. Los hombres no saben qué decir ni qué hacer.Advierten en los ojos de ellas recelos y acusaciones)
VIEJA.
¿Sabéis cómo le mataron?
MILICIANO UNO.
Fue así, tal como os lo cuento.
Aquella noche cruel
estábamos al acecho
velando nuestra consigna
de guardia en el parapeto.
Alertas a la sorpresa
mirábamos en silencio
la negra noche enemiga
estremecida de miedo.
De pronto, trágico y ronco,
se oyó un aullido a lo lejos
erizado de presagios
y temblores de misterio.
Todo el frente despertó
con un alerta de perros
y empezaron a zumbar
los cañones y morteros.
Tu marido estaba allí:
¡aún parece que le veo!
Rabioso por pelar
como un gallo pendenciero
nos enardecía a todos
con su valor y su ejemplo.
¡Cómo arrastraba a la gente!
¡Qué arengas llenas de fuego!
¡Qué confianza tan firme
en los destinos del Pueblo!
Cuando hablaba, parecía
que en puro entusiasmo ardiendo,
con los dientes desgarraba
las palabras. Y su verbo
era un vibrante clarín
que despertaba los ecos
más cobardes, emboscados
en desganas y pretextos.
Todos, al verle avanzar,
de lo más hondo del pecho
sacaban nuevo optimismo.
Y firme, en lo más adentro
del corazón, la fe ciega
en el triunfo del Gobierno,
prendía nueva energía
en los fatigados miembros.
Esa es la pura verdad;
pero vamos a lo nuestro.
Aquella noche fatal
de Luna con manto negro,
el enemigo logró
el premio de sus deseos.
Las palmeras de metralla
terribles como un incendio
brotaban por maravilla
de los canchales del yermo.
Tu marido avanzó solo,
trágicamente sereno,
burlando el fuego enemigo
con loco instinto del quiebro.
Quiso con viril impulso,
arrebatado y resuelto,
acallar las baterías
de los patriotas a sueldo.
No encontró quien le siguiera
temerario hasta el infierno,
y no escuchó la prudencia
que le anticipaba el riesgo.
Es tan valiente el que avanza
anónimo sin recelo,
a cumplir sus objetivos
sin esperanzas de premio,
como el que, suelto el instinto,
quiere luchas cuerpo a cuerpo
por una ocasión heroica
que glorifique su gesto.
¡Es tan baldío el valor
de un hombre contra un ejército!
Allí cayó tu marido,
y aquí le traemos muerto.
No pudo decir palabra,
pero en sus ojos, ya ciegos,
¡vimos volar la Victoria
gloriosa de nuestro Pueblo!
(Todos quedan condolientes, abatidos y en silencio. De pronto el que ha hecho el relato, apresuradamente como para esconder su emoción, estrecha la mano de la mujer y se va. Ella con exaltado arrebato, sacada por violencia de su dolor secreto, apostrofa a los milicianos del pueblo.)
MUJER.
¿Qué hacéis vosotros aquí,
cobardes de retaguardia,
que no estáis, fusil al hombro,
en los frentes de batalla?
Mientras se vierte a raudales
roja sangre proletaria
y en las trincheras se siembra
semilla de nueva España,
vosotros en el acecho,
buscando ocasiones calvas,
hacéis la revolución
en la que no exponéis nada
porque, atentos a lo vuestro,
sólo estáis en las ganancias.
Mientras otros en el frente
en sangre y sudor se empapan
sacrificándolo todo
por defender nuestra Patria,
paseáis en automóvil
con la alcahueta y la daifa,
ostentando privilegios
de trabuco y de guitarra.
Los señoritos más chulos
de la más podrida casta
no harían, como vosotros,
escarnio del que trabaja.
Mucha chaqueta de cuero,
mucho lujo de polainas,
mucha pose perdonavidas
armados de todas armas.
Muchos himnos proletarios;
mucho “¡salud, camarada!”
y mucha revolución
de pasquín y propaganda.
Pero vosotros, ¡qué va!,
guerreros de la palabra,
ocultos en el ardid
del partido y la soflama,
vestís vuestra cobardía
con el disfraz de comparsas
ganando guerras infames
de chantaje y de bravata.
(Transición. Con rabia y despectivamente)
¡Y aún gritáis “¡no pasarán!”
con voz de la “Pasionaria”!
¡Y es que en echando a correr
es seguro que no os pasan!
MILICIANOS.
¡Está loca esta mujer!
No le hagáis caso, ¡dejadla!
MILICIANO DOS.
El dolor la ha trastornado
y no sabe lo que habla.
MUJER.
(Como invocación a su hijito)
¡Ay hijo mío, hijo mío!
¡hijo mío de mi alma!
Tú no serás un cobarde.
Tú has bebido en mis entrañas
todas mis ansias antiguas
de una vida más humana.
Tú vengarás a tu padre
luchando para tu Patria:
¡Tú vivirás su recuerdo
si él cayó por tu esperanza!
Tú serás uno de tantos
luchadores del mañana,
heroicos con el silencio
del gesto que obra y no habla.
Tú serás un hombre libre;
uno más entre la masa
de honrados trabajadores
del taller o de la fábrica.
(Pausa. El día ya va clareando)
Pero ahora que vivimos
la trágica noche amarga,
hemos de velar el día
que va descubriendo el alba.
(En una gloriosa exasperación vibrante, dirigiéndose a todos, en imprecación y mandato.
Con voz temblorosa de angustia)
La Libertad, perseguida,
en su auxilio nos reclama;
hemos de unir los esfuerzos
para triunfar y salvarla.
¡En pie para el sacrificio
los hombres libres de España!
¡Y si hay que morir, se muere!
¡Y si hay que matar, se mata!
(Se oyen voces de soldados que pasan cantando.
Como una evocación, visionaria y trágica)
Cruzando la roja tierra
por la traición desolada,
rumbo a un futuro de gloria
el Pueblo en armas ¡avanza!
(Todos quedan agrupados en torno a la mujer enardecida y dolorosa.
Estalla el alba, gloriosamente, cuando cae el
T E L Ó N.
Inicio.